Lo aceptemos o no, todos tenemos algún enemigo. Algo o alguien a quien odiamos, tememos o no podemos ver. Aunque quizá también admiremos, deseemos o hasta necesitemos algo de él. Nuestros enemigos pueden ser personas, pero también países, elementos químicos, tecnologías o el abominable cilantro. Un enemigo puede ser algo tan únicamente tuyo como compartido con otras personas. De hecho, un hilo conductor en la historia son los enemigos públicos, normalmente a nivel de una sociedad contra otras regiones. También sucede dentro de una sociedad, contra individuos que van contra de algún interés social, como los gangsters. El hecho de tener un enemigo común hace que nuestro vínculo sea todavía más fuerte, que nuestras diferencias sean menores. En España, quizá nuestro enemigo sean los franceses. En Francia, los ingleses. En Estados Unidos, China. En China, el sol.
Desde mi estancia aquí una pregunta que me ronda la cabeza es cuándo hay más paraguas, ¿durante episodios de lluvia o sol intenso? A día de hoy no sabría todavía responder. La relación que hay con el sol es interesante. Por un lado, China es el país líder de instalaciones solares en los últimos años. A nivel individual, sin embargo, el objetivo es protegerse de él por sus efectos en la piel, especialmente por dos motivos. El primero, es que la piel blanca es sinónimo de belleza—de hecho, el maquillaje que usan las mujeres diariamente tiene un sutil tono que aclara la tez. El segundo, y quizá más reciente, es para evitar el envejecimiento prematuro de la piel y este puede ser una de las claves de la eterna juventud que los asiáticos poseen, más allá de un posible ADN privilegiado. Este miedo al sol está más extendido entre las mujeres, aunque hay chicos jóvenes que también empiezan a tomar las mismas precauciones.
Los métodos para protegerse del sol son algo diferentes que en occidente. La protección solar es importante, lo importante no es usar protector solar. Normalmente se usan protecciones físicas en vez de cremas y en consecuencia las escenas callejeras son curiosas. En verano, además de paraguas, el ratio de gente con máscaras aumenta a hasta niveles de la variante Delta SARS-CoV-2. Cuando el sol está en su apogeo, grandes y estilizados sombreros inundan las calles y gente con capucha y la cara cubierta andan por las calles a plena luz del día a 30 grados. Pero, ¿cómo es posible? Las marcas locales están preparadas para luchar contra el enemigo y, por lo que parece, los productos se venden bien. Guantes, sombreros, mangas para proteger el antebrazo, cualquier cosa. Los productos se anuncian con protección SPF100 y están hechos de tejidos técnicos transpirables. Hay hasta un par de marcas que venden principalmente productos de este tipo y yo caí en sus redes. A día de hoy, no me arrepiento de haber comprado lo que es, según un amigo, un traje de apicultor.
¡Hasta la próxima!
Pablo